La rosácea, sensibilidad y alergias cutáneas. ¿Cuál es la diferencia? ¿Es nuestra piel más sensible que antes? Sepa cómo distinguir entre estas irritaciones y cómo detectar si necesita consultar a un especialista.
Los casos de pieles alérgicas y sensibles han aumentado en los últimos años. Tanto, que la Organización Mundial de la Salud (OMS) calcula que afectará al 50% de la población en el 2016 y que esto obedece a factores externos que están relacionados con la contaminación del aire, alimentos con preservantes, viviendas con muchas alfombras, acortamiento del período de lactancia materna y niños sobreprotegidos de infecciones banales a través de vacunas y exceso de consumo de antibióticos. Lo expertos señalan que todo ello provoca baja defensa inmunológica. Y la alergia es, justamente, un fenómeno inmunológico que requiere de lo que llamamos una sensibilización previa del paciente, es decir, haber usado anteriormente un producto o ingrediente al que le tenemos la alergia. La piel sensible, en cambio, indica una característica propia de la piel, comenta Rodolfo Klein, dermatólogo de Klein y Klein Dermatólogos. La piel sensible, dice, es más propensa a reaccionar a muchos productos.
De hecho, luego de una reacción alérgica hay un mecanismo inmunológico, en el cual se forman anticuerpos o defensas contra determinadas sustancias. "Es un proceso que lleva tiempo, por eso no se manifiesta al primer contacto del alérgeno con la piel y muchas veces las lesiones aparecen horas o días después de la exposición al químico o sustancia", dice la dermatóloga Patricia López.
En cambio, la piel sensible es aquella que responde con enrojecimiento, sequedad y/o descamación ante estímulos que son habituales como cambios de clima, estados emocionales, estrés, exposición al frío, al calor, al roce, aclara la dermatóloga Francisca Sánchez. "En la piel alérgica hay una respuesta inmunológica que es la responsable de la inflamación cutánea", aclara.